domingo, 5 de agosto de 2012

Ruedan las horas en el bar

Mientras transcurría toda la acción, una canción sonaba en alguna parte del mundo.


Vasile corría a toda prisa para coger el coche y poner rumbo de inmediato al hotel. Veinte minutos tardó en llegar al hotel. Aparcó y corrió disparado a la habitación. Allí, el mundo se le vino encima. Ella estaba delirando junto a un lago de sangre. Apenas pudo articular palabra alguna mientras la cogía entre sus brazos. Tenía un tiro debajo del hígado. Ella se dispuso a señalar hacia el cajón sus últimos esfuerzos los gastó en escribir una nota. Se miraron y ella cerró los ojos. 

— ¡¡¡¡¡No!!!!! —se oyó entre el ruido que hacía el mundo. 

Todo alrededor se detuvo, excepto él y sus lágrimas. Recogió la nota y salió alicaído de su habitación del hotel. No estaría dispuesto a dejar que además de llevarse la vida de ella se llevara su pan. Pero, eso sería mañana.

 Las dos de la mañana. Ruedan las horas sin parar. Entre alcohol y más alcohol su cabeza no paraba de dar vueltas y más vueltas como un tiovivo desenfrenado. Recuerdos de su breve e intensa compañía le aparecían en su cabeza. Sus lágrimas le bañaban. Sacó y se dispuso a leer lo único que tenía de Leire. Leyó: 

“ La ciudad de los grandes amores ”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.