Le brillaban sus orejas sin pendientes. Con un movimiento en arco de su brazo por encima de su cerebro, apartó la gran hoja que le hacía de techo. Se duchó, sin quererlo, con el agua acumulada en su parapeto. Se bañó.
Saludó a un nuevo día como lo hace casi siempre. Vivía en el Planeta de los Sueños, país Esperanza, calle Ilusión 14, bajo. Vestía una camiseta enorme para su tamaño con un número y un lobo a su espalda. Si hubiera vivido tiempo atrás, lo haría en la casa del lobo.
Cada día bailaba bajo la constante lluvia azul cuya máxima gota era una esfera amarilla brillante y su pista una gran lona azul. También danzaba con dragones. Los dragones eran pequeñitos, pero empezaban a alimentarse y a causar problemas. Sin embargo, su amiga por la que él espera encontrarse para saber más de su historia, estaba trabajando más allá del mar Angosto.
El duendecillo salió a correr corrió hasta el fin del mundo y dio la vuelta (si hubiera corrido más, estaría exhaustisimísimo). De regreso al bajo 14 estaba la silueta de una mujer, ya entrada en edad, con una escoba. Era una bruja, ni de las buenas ni de las malas (digamos que neutra).
- You have run a lot. Dijo la bruja en su idioma.
- I don´t think so. Replicó el duendecillo. I could have gone on.
- There is no way through the End of the World. Precisó la mujer.
- I´ll check myself. Concluyó la conversación.
El diminuto ser, en un inmenso mundo, escribió en su libro negro:
"Conocí a una morena,
...
Exteriormente lo muestra, interiormente lo tiene como ausente.
¿La volverá a descubrir?
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